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GANAR CLIENTES A CASCOPORRO

Criticábamos hace unos días la falta de profesionalidad de un camarero que nos atendió tarde, mal y nunca. Y nos quedó mal sabor de boca porque, como dice Alfa, hay otros muchos profesionales de la hostelería que cumplen extraordinariamente bien con su exigente y generalmente mal remunerado trabajo.

El domingo a mediodía, sin ir más lejos, tuvimos ocasión de comprobarlo en la persona de Rosa, la simpática y diligente camarera de una Venta situada en mitad de la vega, entre Fuente Vaqueros y Valderrubio.


Habíamos estado corriendo en Loja, los amigos de Las Verdes, la carrera de turno del Circuito de Fondo de Diputación. (La reseña de la carrera la ha escrito, de forma inmejorable, nuestro querido amigo Corricolari.) Terminamos cerca de las 13 horas y, mientras algunos de los miembros del grupo se volvían a Granada a ducharse, cambiarse y recoger a sus parejas, los más tranquilos nos fuimos directamente a la Venta, donde habíamos reservado mesa para comer, en un acto de confraternización amistoso-deportiva.

- Habéis llegado pronto – nos dijo la rubia señora que, elegantemente ataviada con su chaquetilla negra, nos recibió a la entrada de la Venta.
- Es que tenemos sed y vamos a tomar una cervecilla antes de la comida.
- Pues sentaos en aquella mesa, que es la que os hemos reservado. Los servicios los tenéis girando a la izquierda.
- Pues muchas gracias. ¿Nos puede ir trayendo usted unas Alhambra...?
- Chicos, como vais a pasar aquí bastante rato ¿por qué no me llamáis de tú? Mi nombre es Rosa.
- Estupendo Rosa. ¿Nos traes, por favor, unas Alhambra 1925 bien frías?
- Si os parece, os pongo una de esas botellas especiales que han sacado, la de tres cuartos de litro, que las tenemos casi heladas.



Ése fue el comienzo de una hermosa relación, que se prolongó hasta bien entrada la tarde. Rosa, toda simpatía y buen hacer, nos recomendó las entradas, los platos fuertes y hasta el postre. Gracias a su buen hacer, además de las ensaladas y carnes que habríamos pedido de no contar con su concurso, encargamos migas, conchas finas y ensaladillas de pimientos. Además, y aunque teníamos previsto tomar el postre y el café en Santa Fe, nos comimos en la Venta unas extraordinarias leches fritas y una variada gama de cafés, carajillos y digestivos. Y, después, las copas.



Con simpatía y profesionalidad, un camarero consigue lo que se proponga de su cliente. Y éste pide y pide; y después paga tan contento. Porque cuando comemos en la calle, nos gusta sentirnos bien tratados, cómodos, alegres y a gusto. Es la manera de prolongar la estancia en el local y, por ende, de consumir más. Es la forma que te hace volver en sucesivas ocasiones.

Porque los colegas de Las Verdes somos amigos del correr, pero también del recuperar los líquidos perdidos, en forma de zumo de cebada. Y en botella verde. Nos gusta comer, beber y disfrutar de largos, regados y merecidos terceros tiempos. Y gracias a Rosa, esa Venta que queda a mitad de camino entre la Fuente y Valderrubio ya se ha convertido en lugar de referencia y regreso obligado para nosotros.



¡Un brindis a su salud!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- Sin olvidar, claro, la alta calidad de las carnes que nos comimos. ¡Qué choto! ¡Qué lomo! ¡Qué chuletones! ¡La que te perdisteis, Compae, Víctor, Mario & Co!



PD II.- ¿Qué lugares/locales recomendarías, por la simpatía y el buen hacer de las personas que los gestionan?


SIEMPRE ES BUEN MOMENTO PARA TOMAR UNA CERVEZA


CAMBIOS, CABECERAS, MUTACIONES

Como un Pollock, ha sido definida por una lectora la nueva cabecera de esta Bitácora, confeccionada por nuestro querido amigo José Manuel.

Y es que uno tiene muchos y buenos amigos, que le echan una mano en un montón de cosas. Si Twister preparó una cabecera en verde hace unas semanas, que ha lucido orgullosamente en esta página durante un montón de días; ésta de ahora, repleta de detalles y que combina colores, letras y símbolos, es todo un lujo.

No sé qué os parecerá, pero a mí me gusta un montón. Es tan ecléctica y variada como lo son los contenidos de la Bitácora, de cine y música a deportes, viajes, libros y televisión.

Imagino que será más del agrado de unos que de otros.

Pero es una chulada esto de tener amigos que le permiten a uno que su Blog sea algo vivo, mutable, adaptable, diferente y único. Mil gracias a todos los que hacéis cabeceras, los que me mandáis fotos e IMGs curiosas, los que comentáis las entradas, los que me enviáis mensajes privados dando opiniones o sugerencias, los que estáis al otro lado, leyendo...

Suscribamos las palabras de Elliot Gould: “Nadie puede ser esclavo de su identidad: cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar.”

Un fraternal abrazo virtual a esta comunidad de Pateantes del Mundo, que crece, que cambia, que evoluciona.

RAÚL ARGEMI GANA EL PREMIO L`H CONFIDENCIAL

Nuestro amigo de Cables Cruzados nos adelanta una rigurosa exclusiva: Raúl Argemí ha ganado la segunda edición del premio L`H Confidencial con una novela de sugerente título y espectacular portada: "Retrato de familia con muerta".


Ya la esperamos con ansia, que viene editada por Roca, siempre vivaz y alerta.


¡Muchas felicidades a nuestro querido y admirado Raúl Argemí!
Jesús Lens

HATE JAZZ

Una nueva entrada del Club Blue & Noir. Va de jazz, tebeos, música y género negro: Hate jazz.


Una maravilla.


Muy, muy recomendable.
Jesús Lens.

CÓMO PERDER UN CLIENTE EN MEDIA HORA

El viernes por la mañana me tengo un curso en la ESNA, sita en lo más alto de la calle Reyes Católicos. Como empezamos a las 9 de la mañana, me gusta llegar a las inmediaciones a eso de las 8.15 u 8.30 para tomar un par de cafés y media tostada de mantequilla, echando un vistazo a la prensa, que compro en el quiosco de Plaza Nueva.

El Café Lisboa siempre está atestado, pero hay uno en las inmediaciones que está bien: buen decente, varios periódicos para los clientes y música agradable. Nada especial, pero un sitio agradable.

Ayer viernes, de primeras, el bar no estaba abierto cuando subía a comprar el periódico, pero alzó la persiana justo en ese momento, así que entré. De primeras, no había pan del día para las tostadas. Así que me pusieron medio mollete revenido. Y, además, no había periódicos, claro, con lo que me quedé sin la ración matutina de Marca

En la radio, un cutreprograma mañanero, bien estridente. Se notaba que habían cambiado de camarero. Tuve que pedir hasta tres veces el segundo café. Porque habían entrado cuatro clientes y el nuevo no daba abasto. Y ya llegaba tarde al curso. Pedí la cuenta y pagué con 20 €. Me dieron el cambio de diez. Lo hice notar. Me devolvieron los 10 €, sin una disculpa.

Y salí por las puertas, lógicamente, convencido de que no me verían más el pelo por dicha cafetería. Total, en la misma zona y bien pegaditas, hay del orden de siete o diez.

¿Por qué monta nadie una cafetería para dar un servicio tan malo?

GEBRE: PEQUEÑO GRAN HOMBRE

Hay proyectos que, de tan ilusionantes, se retroalimentan a sí mismos con la fuerza de un volcán y uno de ellos es el ya conocido como El Proyecto Florens , que ha arrancado fuerte, con la historia de Haile Gebreselassie, a la que hemos titulado “Nacido para correr.”




Releyendo la historia de Gebre, a través de la evocadora prosa de mi alter ego y buen amigo José Antonio Corricolari, me resulta imposible evadirme de algunos momentos, vivencias y sensaciones provocadas por este pequeño gran hombre, cuya sempiterna sonrisa es la mejor carta de presentación, el mejor aval de una personalidad extraordinaria.

Me gustaría empezar mi semblanza íntima de Gebre en la noche de un mes de noviembre de hace ya algunos años. Acababa de llegar a la ciudad de Addis Abeba e IBERIA me había perdido la mochila. Cuando todavía era noche cerrada, un coche me llevaba al hotel. Y me quedé dormido. Un bache me despertó de golpe. Abrí los ojos y me llevé un susto morrocotudo al encontrar los márgenes de la carretera repletos de sombras que pasaban corriendo, a ambos lados del coche.


Foto Lens


¿Qué era aquello?

Atletas. Corredores.

Antes de que la primera claridad de la mañana hubiera roto por el horizonte, las calles principales de Addis ya estaban abarrotadas por centenares de personas que comenzaban la jornada calzándose unas zapatillas y echándose a correr.

Me quedé impactado. Porque, antes de llegar a Etiopía ya sabía que iba al corazón del Fondo mundial, a esa franja del Rift que es una verdadera factoría de extraordinarios atletas de fondo y medio fondo. Pero nunca me había imaginado que el atletismo, más que un deporte o una sana afición, fuese una auténtica religión, profesada con entusiasmo por miles de personas.



Foto Lens

Quiso la casualidad que, veinte días después, cuando terminaba mi periplo por tierras etíopes, me enterara de que el mismo domingo en que volvía a España, se celebraba en Adis una carrera popular contra el SIDA, organizada por el propio Gebre. Aunque no tenía unas buenas zapatillas para correr, sino unas de esas mixtas entre zapatilla y bota de montaña, con suela rígida, pensé que podría apuntarme a trotar un rato en una iniciativa tan encomiable.



Foto Lens

Utópico. El máximo de posibles registrados era de 12.000 atletas... y hacía varios días que se había alcanzado el tope. Aún así, y como la salida de la carrera me pillaba cerca del hotel, me acerqué a ver el ambiente. Y aquello era una cosa bárbara, tremenda y descomunal. Miles de personas atestaban las más populosas arterias de la ciudad.

Pero, y seguimos con las casualidades, mira por donde, de repente, se organiza un revuelo a nuestro lado. ¡Oh sí! ¡Es él! El pequeño Gebre en persona estaba a junto a nosotros, sonriendo a diestro y siniestro. Iba a dar la salida a su carrera, una carrera que resultó ser un puro espectáculo para los sentidos.



¡Oh, es él! El pequeño gran hombre en persona

Foto Lens

Volví al hotel y terminé de hacer el petate. Inmensamente entristecido por tener que regresar a casa después de un viaje tan largo y cansado como enriquecedor. Llegamos al aeropuerto y mientras íbamos hacia la salida de “Internacional”, un todoterreno negro aparcó junto a la puerta. Y de él se bajaron Gebre junto al altísimo Paul Tergat y los atletas kenianos que habían venido con Paul para participar en la carrera contra el SIDA.



Es lo que tienen los amigos. Que están cuando se le necesitan y Tergat apoya incondicionalmente a su rival y amigo. Una cosa llamativa: en el aeropuerto, todo el mundo trataba a Gebre con el mismo respeto que cariño. Por su puesto, no tuvo que presentar ningún papel para que le dejaran pasar y ayudar a sus colegas a pasar los bultos por el scáner y el control de pasaportes. Nada de ayudantes, chóferes ni mandangas. Hombre humilde, activo y colaborador, como cualquier persona, lleva a sus amigos al aeropuerto y les despide amablemente.

Es lo que tienen los grandes campeones. Que también son grandes personas. No es de extrañar, pues, que Gebre sea un mito en su país. Porque, aún habiendo ganado títulos mundiales y olímpicos y haber batido todos lo récords mundiales del fondo que se podían batir, el pequeño gran hombre se quedó en su país, Etiopía, invirtiendo su dinero en uno de los países más pobres del mundo, contribuyendo a generar riqueza para sus compatriotas.



Gebre es un ejemplo para su pueblo, un mito viviente en una sociedad que idolatra a sus atletas, un país en que a Bekele se le conoce, sencillamente, como Kenenisa. La etíope es una nación orgullosa de la que surgen extraordinarios atletas, en cuyo ascendiente Haile Gebreselassie, el pequeño gran hombre, juega un papel determinante.

Antonio Jesús Florens.




GRANADA ¿TIERRA DE MAGIA?

La columna del viernes de IDEAL, en clave mágico-reivindicativa.

Yo no sé a ustedes, pero a mí, la magia, siempre me había parecido un engañabobos, una diversión pueril para distraer la atención de los niños y un pasatiempo sin mayor trascendencia; hasta el punto de que jamás le había prestado la más mínima atención. Hasta que he tenido la oportunidad de conocer a MagoMigue, de verlo en acción y de compartir con él unos cuantos días de viaje, charla, proyectos, ideas, dudas, ilusiones y frustraciones.


Ver la cara radiante de los niños de un hospital de la isla de Goree o de un colegio de St. Louis mientras Miguel Puga les embromaba con sus trucos o contemplar la admirada expresión de un grupo de músicos y bailarines senegaleses, cuando el Mago convirtió una servilleta en un billete de 2.000 cefas, es ya suficientemente revelador de su arte, oficio y desparpajo. Cartas que aparecen y desaparecen, pañuelos que se anudan y desanudan, terrones de azúcar que surgen de los lugares más insospechados... cualquier objeto que pasa por las ágiles y locuaces manos de MagoMigue es susceptible de mutar en otra cosa.



Pero cuando el Mago se crece, convirtiendo la magia en auténtico arte, es a la hora de contar las historias que sirven para contextualizar sus brillantes trucos. Desde el robo de un Picasso de las paredes de un famoso museo francés a una persecución a punta de pistola, con intercambio de disparos de naipes incluido.



Porque la magia es pura fantasía e interpretación: los juegos de manos y la indudable habilidad del mago no serían apenas nada sin su capacidad para narrar un cuento, para contar una historia, para crear un ambiente. Un buen mago, por tanto, además de partir de un buen guión, ha de ser un extraordinario cuentacuentos, un gran humorista y un inmejorable actor.

Se preguntaba Sir Lawrence Olivier “¿Qué es en el fondo actuar, sino mentir? ¿Y qué es actuar bien, sino mentir convenciendo?” En el caso de MagoMigue podríamos ir un poco más lejos: ¿Qué es ser un ilusionista, sino mentir convenciendo de que uno está presenciando algo que, racionalmente, sabe imposible?



Tenemos suerte, en Granada, de contar con una persona como Miguel Puga, que ha puesto en marcha el HocusPocus y, a base de esfuerzo, tesón y empeño, lo ha convertido en una de las citas ineludibles del año cultural patrio. Pero le falta continuidad a ese proyecto. HocusPocus es una marca de fábrica que Granada y toda Andalucía deberían aprovechar al máximo ya que tiene un indudable potencial, al aunar lo lúdico con lo cultural, lo sensible y lo emocional.



Sacar partido de las potencialidades diferenciales que existen en una comunidad debería ser obligatorio para sus rectores. Nosotros contamos con MagoMigue, todo un campeón mundial de magia, y con un HocusPocus en el que, quién lo conoce, repite y repite y repite. No permitamos que, como tantas veces antes, se deje escapar la magia de Granada.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.


SENEGAL. ÁFRICA: LA NIÑA DE LA MELLA

Siguiendo con las fotos que nos ayudan a ver porque nos gusta África, subimos éstas tres, que van encadenadas.

Están tomadas en la ciudad de San Louis, una de las más bonitas, atractivas y elegantes que he conocido en África.

Habíamos llegado al barrio de los pescadores, gente orgullosa a la que no gusta que fotografíen. Nos bajamos de la calesa y comenzamos a andurrear por la zona, intentando que la peste a pescado no nos marease en exceso, confraternizando con los lugareños.



Nos acercamos a un grupo de mujeres y, cuando les pedimos permiso para retratarlas, empezaron a señalar a una de las niñas, entre risas y cachondeo.

Resultó que la niña estaba mellada y le daba vergüenza mostrar sus piños. Así que posaba para las fotos, pero cuidándose muy mucho de abrir la boca. Se mostraba tímida, insegura y avergonzada.



Hasta que, bromas van y bromas vienen, risas y charla; la pequeñuela se relajó y sonrió como sólo los críos inocentes pueden sonreír.



Y por eso me gusta tanto esta breve secuencia de imágenes.

Jesús Lens.

JULIA, LA NIÑA TRANQUILA


Estaba cómoda y serena, plácidamente sumergida en su líquido amniótico, protegida de las inclemencias exteriores. Tanto, que se lo tomó con calma a la hora de salir de su placentera piscina materna.

Si a las ocho de la mañana comenzó a hacer algunos amagos, no fue hasta las cuatro de la tarde que empezó, en serio, a abrirse camino hacia el mundanal ruido. Pero le costaba dar el paso decisivo. Tranquila, sosegada y premiosa, no quería sacar la cabeza y remoloneaba, durmiéndose incluso, antes de emprender el primer viaje de su vida.

Cómo me gusta eso de que lo primero que hace un niño, a la hora de nacer, sea viajar. Y no es un viaje cualquiera. A pecho descubierto y de cabeza, los críos se lanzan a una aventura larga, compleja, complicada y duradera. Se lanzan a vivir. Y, de inmediato, a comer. Y a dormir.

Nervios, excitación, miedo, ilusión, recuerdos y rememoranzas... todas esas sensaciones se acumulan, juntas y revueltas, en las horas previas al nacimiento. Pero luego llegan la dicha, la alegría y la felicidad. Inmensas, sin mácula, absolutas.

Foto cortesía de José Antonio Guerra Expósito,

el fotógrafo más rápido a este lado del Genil


Cuando Julia aparece en escena, en los brazos de su padre, gordita, con esos carrillos, con esas mejillas, con ese pelo negro y esos ojillos diminutos, esos bracitos rellenos... ¡Ay! El torrente de emociones que nos embarga se ve reflejado en el torrente de lágrimas que pugnan por liberarse de unos ojos que, incrédulos, han presenciado un viaje que lleva haciéndose desde hace millones de años y que, sin embargo, es siempre único, siempre distinto, siempre milagroso.

Jesús Lens.

REMY, MISIÓN EN SENEGAL

Dedicado a los compañeros de viaje, elemento esencial en el buen fin de cualquier aventura.

¿Se acuerdan de Remy y del Clan de los Sicilianos?

Pues en Semana Santa ha estado de misión en Senegal... y trae historias jugosas de ese país africano.

Porque lo bueno de los viajes es combinar la cultura con la gente, el color con el calor, la fauna y los paisajes con unas buenas y frías cervezas, las charlas del camino con las charlas nocturnas, degustando un buen ron.

Volveremos sobre la acción solidaria, pero si este viaje con Antonio Lozano & Co. me ha enseñado algo, es que ser buena persona es muy sencillo. Sólo hace falta buena voluntad. Una lección de vida de las que no se olvidan. Porque los abanderados de la iniciativa altruista de repartir material escolar entre los chavales vino de Agüimes.

Volveremos sobre todo ello. Ahora, quédense con esta ficción de nuestro viaje por Senegal.


RAZONES PARA IR A SENEGAL (Y A ÁFRICA EN GENERAL): NIÑOS


Para hablar del Senegal, vamos a hacer una sucesión de entradas con algunas fotos cada una, que nos sirvan para mostrar cosas de ese país y, por extensión, del continente africano en general.

El epígrafe será éste: “Razones para ir a Senegal (y a África en general)”

Y la primera entrega está dedicada a los niños.


En África, los niños sonríen desaforadamente, sin mesura ni control. Las sonrisas de los críos son como los amaneceres: resplandecientes, alegres y luminosas. Ver las caras de felicidad de estos chavales, que tan pocas razones tendrían para ser felices, según nuestros estándares, no tiene precio.



En este viaje a Senegal, hemos ido a algunas escuelas, a dejarles material escolar, gorras y caramelos. Y las reacciones de los niños han sido siempre cordiales y festivas. En concreto, este chaval estaba feliz de intercambiar saludos en árabe con Sacai, aplicándose en sus tareas escolares para demostrar que eran merecedores de las libretas, los bolis y los rotuladores que les entregábamos.



O estos otros, atendiendo a Pepe, tan buen maestro como mejor persona.



En una de las escuelas, se montó una fiesta con ocasión de nuestra llegada. Con un tambor y un bidón, un grupo de mujeres organizó una jarana de aquí te espero, lo que fue aprovechado por todos para echarnos unos bailes y unas risas.



El fútbol es la religión universal que a todos nos iguala. África entera juega al fútbol, de los más grandes a los más chicos. Otro motivo más para la alegría y el jolgorio.



Y MagoMigue, provocando la sorpresa y la hilaridad de las niñas, que no entendían cómo aquello que veían sus ojos era posible.




Jesús Lens, fotógrafo (para lo bueno y para lo malo)
CONTINUARÁ

LOS FALSIFICADORES

Quien piense que sobre los nazis, los judíos y los campos de concentración ya está todo dicho, se equivoca. Y “Los falsificadores”, la película ganadora del Óscar a la mejor producción extranjera de este año, así lo atestigua.


Se trata de una película sencilla y amable, que no complaciente, en que se cuenta una historia muy sencilla: los nazis, en su táctica de guerra, decide crear un grupo de falsificadores de moneda que, inundando el mercado de libras y dólares falsos, ponga en jaque el sistema financiero de los aliados.



Y para ello, nada mejor que juntar en el barracón de un campo de concentración a los más reputados profesionales del ramo de la impresión de billetes, los que, paradójicamente, eran todos judíos.

La película se basa en las relaciones que se establecen entre presos y carceleros y, sobre todo, entre los propios judíos confinados en el campo. Porque a aquéllos, por hacer bien su trabajo, se les trataba a cuerpo de rey... teniendo en cuenta que los carceleros eran nazis y los presos eran judíos recluidos en uno de aquellos siniestros reductos de muerte y destrucción.



¿Dónde reside el drama? Pues en que si los presos consiguen obtener una falsificación perfecta del dólar contribuirán con los nazis a que ganen la guerra. Pero si no lo consiguen, los irán matando, uno a uno y de forma inclemente. ¿Qué hacer? ¿Sobrevivir a costa de la muerte de miles de soldados o dejarse aniquilar como cucarachas?

En esa dialéctica, que tanto nos recuerda a “El puente sobre el Río Kwai”, transcurre el meollo de la película. Porque el protagonista, además de sobrevivir, quiere conseguir esa falsificación perfecta de la moneda más difícil: el dólar americano, a modo de consagración artística, personal y profesional.



La dirección de Stefan Ruzowitzky es muy ajustada, sin excusas para el sentimentalismo o la manipulación de las emociones. Las interpretaciones son soberbias – no en vano, el protagonista fue galardonado con el Premio al Mejor Actor de la Seminci de Valladolid del pasado año – y, en general, la película deja un excelente sabor de boca.

Sin embargo, apenas se habla de ella y su Óscar ha pasado casi completamente desapercibido. Y eso que, ahora, la cartelera está tiritando de frío. Misterios del Homus Cinematográficus Contemporáneus.

Valoración: 6,5

Lo mejor: Se trata de una película sencilla, corta y compacta, basada en hechos reales, con una historia de lo más interesante.



Lo peor: Que esté pasando inadvertida.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EN LA MUERTE DE RAFAEL AZCONA

A estas horas, todas las ediciones digitales de todos los periódicos se van completando con la información sobre la triste muerte de nuestro guionista más emblemático y universal. Si hace unos meses nos dejaba Fernando Fernán Gómez, hoy el mundo en un poco más triste, tras el fallecimiento de Rafael Azcona, un cómico genial, con una insuperable capacidad de mirar y contar las grandezas y las miserias del ser humano.



En estas dos entrevistas, tenemos la medida de su talento:






Hoy estamos de luto.

HAY QUE JODERSE...


FINALES QUE CORTAN EL ROLLO

Escribir sobre finales de películas puede ser peligroso. Creo que este reportaje que publicamos hoy en IDEAL hablamos de películas bien conocidas y cuyos desenlaces son de dominio público. A ver qué les parece este recorrido por películas cuyo The end no deja de ser raro y sorprendente... Y otra cuestión: ¿qué otros finales, entre cortantes y sugerentes, recomendarías? Siendo discretos y sutiles a la hora de señalarlos, procurando no reventar la película/serie más de la cuenta...







Honestamente y aunque la concesión del Óscar al mejor actor secundario a Javier Bardem por su impactante papel en “No es país para viejos” ha alegrado a todo el mundo, el final de la película; raro, confuso y complicado, ha resultado un tanto decepcionante, la verdad sea dicha. Después de la adrenalina e intensidad que los hermanos Coen imprimieron a toda la narración, ¿no provoca un cierto bajón ese amargado soliloquio del sheriff, interpretado por Tommy Lee Jones?


En realidad, el final de la película es radicalmente fiel a la novela de Cormac McCarthy en que está basada, sólo que en pantalla no terminan de encajar las reflexiones de ese viejo al que su país se le ha hecho incomprensible. Porque a lo largo de la novela, sus pensamientos iban jalonando toda la narración, a través de una serie monólogos que desembocaban, con naturalidad, en ese final que tantos rías de tinta cibernética ha hecho derramar en Internet, desde el estreno de la película.

Y es que nunca es fácil dar con el mejor final para una película. Están, por supuesto, los tradicionales y siempre amables happy ends del cine clásico americano, en que los personajes terminan viviendo felices y comiendo perdices, como en los cuentos infantiles. Películas en que el esquema de planteamiento, nudo y desenlace no ofrece sorpresa alguna a un espectador que sale del cine alegre, festivo y contento, reconciliado con la vida.

Luego llegaron directores que, como John Huston, abominaban de los finales felices. Para el director americano, lo importante es la aventura, la persecución de quimeras y los sueños imposibles. Por eso sus finales solían ser cínicos, burlescos, ácidos y sarcásticos. De la risa histérica de los buscadores de oro en “El tesoro de Sierra Madre”, cuando veían cómo los bandidos lo arrojaban al aire por error, a la famosa frase de “El halcón maltés”, cuando un personaje le preguntaba a Bogart por el material de que estaba hecha la estatuilla que habían perseguido a lo largo de la película y éste respondía con la mítica frase: “del material de que están hechos los sueños”, toda una declaración de principios.



¿Y “Casablanca”? ¿No era maravilloso ese momento en que Rick, por ideales, renuncia a su amor por Ilsa y pronuncia el célebre “siempre nos quedará París”? O, instantes después, cuando le dice a Louis el no menos famoso “presiento que éste es el comienzo de una hermosa amistad”...



Aún así, éstos son finales que, si bien se pueden salir de lo que sería un guión tradicional made-in-Hollywood, tienen toda su lógica, dentro del desarrollo de la película. Pero ¿qué pasa con esas otras películas cuyos finales son absolutamente desconcertantes?

En “Pozos de ambición”, la otra gran candidata a los Óscar de este año, el espectador se queda chafado en el asiento cuando, después de cerca de tres horas de película, ésta no parece terminar, tras ese golpe de efecto final, protagonizado por un arrebatador Daniel Day Lewis. Y, sin embargo, el final tiene todo el sentido del mundo, atendiendo a la historia contada.

Porque hay finales abiertos que, precisamente, resultan más elocuentes, sugestivos y atractivos que los finales cerrados. Por ejemplo, el de “2001. Una odisea del espacio”, posiblemente, la película más comentada de la historia. Las interpretaciones acerca de qué era el monolito han sido de lo más variopintas, desde ópticas místico-religiosas a las más puramente científicas, con ese feto dentro de la bolsa amniótica, ingrávido, dando vueltas en torno a la tierra, mientras la música de Richard Strauss suena en el ambiente.



Y, muy en esa línea, tenemos que recordar el célebre travelling circular con que Werner Herzog terminaba la desquiciada “Aguirre, la cólera de Dios”, mostrando las balsas de los conquistadores españoles, mecidas por la indómita corriente del poderoso río Amazonas, bailando una especie de vals siniestro en un enloquecido viaje sin retorno.



O la desasosegante “Funny games”, de Michael Haneke, una de las mejores películas de la historia del cine europeo, cuyo director ha vuelto a filmarla, esta vez, en los Estados Unidos, con Naomi Watts y Tim Roth como protagonistas y cuyo estreno está previsto para el próximo verano. Es una película de una violencia extrema en la que, sin embargo, no hay una gota de sangre. Una película que muestra lo peor del ser humano, una impactante radiografía del mal en estado puro cuyo final llega a provocar auténtica ansiedad. Y es que a Haneke le gusta jugar con el espectador, hasta el último minuto, como ya demostró con también celebrada y multipremiada “Caché”.



Apostar por un final sorpresa, en el mundo del cine, es muy arriesgado ya que el boca-oreja puede hundir una película. En la publicidad de “Psicosis”, por ejemplo, se hacía un ruego a los espectadores para que no reventaran la sorpresa final de la película al resto de la gente y todos los tráilers de la película se encarecía que no se desvelase el sorpresivo desenlace en que se desvelaba la identidad del asesino del cuchillo. Y es que Hitchcock, además de ser un maestro del suspense, era un maestro de la publicidad. Otra de sus grandes películas, “Los pájaros”, terminaba de forma enigmática, con los protagonistas huyendo en coche de esa Bahía Bodega infestada de aves asesinas. Un final abierto al que faltó una guinda: el Maestro del Suspense se quejó de que, por problemas presupuestarios, no pudo filmar el final previsto para la película según el cuál el coche conducido por Rod Taylor habría de dirigirse a San Francisco, en busca de una salvación que se demostraría imposible ya que, al acercarse a ciudad, se encontraría con el célebre puente Golden Gate, tomado por esos pájaros insensatamente homicidas.



Otros finales de película con imágenes impactantes, anacrónicas y extremadamente sorpresivas serían el de “El planeta de los simios”, cuando Charlon Heston se daba de bruces con los restos de la Estatua de la Libertad, semienterrados en la arena de una playa o la fantasmal aparición de las carabelas españolas al final de “Apocalypto”, una inconsistencia histórica que, sin embargo, emocionalmente funcionaba a las mil maravillas en la pantalla.



Llegados a este punto, ¿cómo no traer recuerdo de los finales de tres películas muy recientes y con muchas concomitancias entre sí? Amenábar ha contado cómo se le saltaron las lágrimas cuando vio “El sexto sentido”. Y no eran lágrimas de emoción, precisamente. Eran lágrimas de impotencia y rabia, al pensar que, tras el estreno de la película de M. Night Shyamalan, su idea para filmar “Los otros” había perdido todo el sentido, dada la similitud en el desenlace de ambas películas. Después, sin embargo, decidió tirar adelante y, efectivamente, consiguió sorprender a los espectadores. Como lo hizo J.A. Bayona, con “El orfanato”, la película más taquillera en España en 2007 que, combinando buena parte de los clásicos del cine de terror, provocó una tremenda conmoción y no sólo en las taquillas.



Pero el cine con finales sorpresa no es sólo cosa de los últimos años. George Roy Hill, en “El golpe”, bordó la representación de un atraco perfecto en que los guionistas jugaban con el espectador en la misma medida en que los personajes interpretados por Paul Newman y Robert Redford lo hacían con el pobre pringado de turno. Es llamativo que ambos actores participaran en otra película mítica de final abierto, “Dos hombres y un destino”, donde interpretaban a dos bandidos que terminaban enfrentados a todo el ejército de un país sudamericano. Mientras el sonido de los disparos retumbaba, la imagen quedaba congelada, con los carismáticos rostros de los dos actores impresos en la pantalla. Todo indicaba que la fuga era imposible, pero...



Además, hay finales que realmente no son tales ya que dejan la puerta abierta para posibles continuaciones. Como ocurría en la sensual y violenta “Instinto básico”, en esa secuencia final protagonizada por un picahielos, invitado especial del postrer encuentro íntimo entre Michael Douglas y Sharon Stone.

Y hay otras películas, como “El señor de los anillos”, que te dejan con la miel en los labios, ansioso porque se estrene su continuación. Es una táctica muy habitual en películas que tienen decidido, de antemano, que contarán con una continuación. Las sagas de “Piratas del Caribe”, “Mátrix” o, más lejana en el tiempo, la de “Regreso al futuro”; copiaban el esquema de aquellos históricos seriales televisivos que dejaban colgados a los protagonistas en un precipicio, de una semana para la siguiente, concitando el interés ansioso de los espectadores.

Las series de televisión también se terminan.

Las series de televisión también pueden terminar de forma sorprendente y desconcertante. “Twin peaks”, la serie que revolucionó el mundo de la televisión y demostró que ésta puede ser tanto o más creativas que el cine, dejó chafados a millones de espectadores, con un final abierto, desconcertante y, a decir de los televidentes, ciertamente irritante.

Después de resolver el enigma sobre quién mató a Laura Palmer, el agente Cooper permaneció en el pueblo de Twin Peaks, intentando capturar a su archienemigo, Windom Earle. Pero las presencias maléficas que habitaban en los bosques hicieron de las suyas, de forma que, al final de la serie, el mismísimo Dale Cooper se encontró poseído por esas fuerzas diabólicas que dejaban abiertas, de par en par, las puertas del averno.



Otro final televisivamente polémico ha sido el de Los Soprano, la serie más comentada de los últimos años. El desenlace de la historia de los mafiosos de Nueva Jersey había despertado tanta expectación que provocó un curioso incidente entre lo polémico, lo diplomático y lo publicitario.

Al Gore, ex Vicepresidente de los EE.UU. y Premio Nóbel de la Paz, fiel seguidor de la serie, tenia que tomar un vuelo para Estambul justo el día en que se iba a emitir el último episodio de la misma. Como no quería perdérselo, movió los hilos para que le dejasen verlo en exclusiva, lo que generó un agrio debate dentro de la Paramount. La solución fue de lo más imaginativa. El estudio le entregó un maletín con una combinación numérica y sólo cuando el avión estuvo en vuelo dieron a Gore la combinación que le permitió ser uno de los primeros ciudadanos del mundo en ver el desenlace de “Los Soprano”, detalle, por cierto, que irritó notablemente a Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York, compulsivamente celoso por este trato de favor dado que él era otro furibundo fan de Tony y los suyos.



La pregunta sería, por tanto, si el final de la serie estuvo a la altura de lo esperado. Y la respuesta es que... bueno. Hubo división de opiniones ante esa última secuencia, del clan comiendo aros de cebolla, una secuencia que entronca a las mil maravillas con la filosofía de la serie, por otra parte.

Y queda el futuro. Podemos anticipar que habrá algunos finales polémicos, en los próximos meses. Por un lado, el de la película “Watchmen”, basada en el famoso tebeo de Alan Moore. Y, por otro, el de la serie “Perdidos”, que se cruzan apuestas en los mentideros televisivos sobre si es posible que los supervivientes del vuelo de la Oceanic tengan una salida digna, tras el embrollo que han ido tejiendo los guionistas de otra serie revolucionaria.


Jesús Lens Espinosa de los Monteros.