LA exposición sobre 'Carteles de Guerra de la Fundación Pablo Iglesias', recién inaugurada en el Centro Cultural de CajaGranada en Puerta Real, resulta impresionante, sugestiva, provocadora y, sobre todo, invitadora a la reflexión y a la discusión.
La Guerra Civil, no hace falta insistir en ello, constituye uno de los episodios más dolorosos, oprobiosos y desgarradores de la historia de España. El recuerdo de la lucha de hermanos contra hermanos, la sangre derramada y una memoria histórica que aún dista de estar enterrada, acreditan la oportunidad y vigencia de un exposición como ésta.
La colección de 'Carteles de Guerra de la Fundación Pablo Iglesias' está compuesta por decenas y decenas de carteles, pasquines y collages en los que tanto los publicistas de la época como los mejores artistas del momento e, incluso, los propios soldados del frente, hacían lo posible, y a veces hasta lo imposible, por mantener alta la moral de la población, por intentar hacerles estar alerta, por adoctrinarles, por advertirles.
En estos tiempos de inmensas televisiones de plasma, inacabables pantallas planas, espectaculares diaporamas, neones multicolores y sorprendentes proyecciones virtuales, quizá, los carteles nos puedan parecer algo trasnochado, viejo, caduco o carente de interés.
Craso error. Primero, porque sea cual sea el formato elegido para su difusión, la clave sigue estando en la imagen, elemento que, como el tiempo se ha encargado de demostrar, ha terminado arrasando a la palabra y, casi, hasta al pensamiento. Si McLuhan sostenía que «el medio es el mensaje», hoy podríamos defender que «el mensaje es la imagen». Y, en cuestión de imagen, los carteles de la Guerra Civil alcanzan unas cotas de calidad difícilmente superables.
Pero es que, además, el cartelismo forma parte del acervo cultural y del patrimonio histórico no sólo de la España de los años treinta, sino de toda Europa. Efectivamente, el cartelismo tuvo su época de mayor esplendor en los años treinta, siendo un fenómeno que se dio en todo el continente. Esta modalidad artística nació en el siglo XIX, de la conjunción de dos fenómenos, uno tecnológico y el otro, cultural. La parte tecnológica se hizo posible gracias a la aparición de una modalidad de litografía sobre grandes superficies que permitía la impresión de tres colores, además del negro. Así, el nacimiento del cartelismo podría ser atribuido a Jules Cheret, litógrafo francés que, tras una visita a Londres, se llevó consigo a París la maquinaria necesaria para poner en marcha la producción en serie de carteles.
El sustrato cultural de cartel estaría en la combinación de texto e imagen que hunde sus raíces en aparición del libro ilustrado y en los anuncios publicitarios que se venían utilizando para llamar la atención de los ciudadanos sobre ciertos acontecimientos desde el comienzo del siglo XIX, tanto en las paredes como en las páginas de los periódicos, y que había ido sustituyendo, progresivamente, la publicidad oral del pregonero. A ello habría que unir la influencia de la pintura mural europea, repleta de luz y colorido.
El cartel, cuya denominación proviene del latín charta, papel, tuvo en el modernista checo Alphonse Mucha y en el francés Toulousse-Lautrec a dos de sus máximos exponentes. Mucha optó por un cartelismo rico y abigarrado, bizantino, lujoso y exuberante. El francés, por su parte, utilizó un estilo más sosegado y despojado en sus famosos pasquines para el Moulin Rouge.
El verdadero auge del cartelismo vino con el arranque del siglo XX, cobrando tintes decididamente políticos e ideológicos tanto en la Primera Guerra Mundial como durante la revolución soviética de 1917. De hecho, en la URSS adquirió tanta importancia que, desde 1931, fue regulado en base a los cánones del realismo socialista del momento.
Los años veinte supusieron un cambio notable en el cartelismo ya que los pintores dejaron de ser los protagonistas para ceder el testigo a los nuevos diseñadores gráficos que habían surgido de las artes aplicadas y de la racionalista Bauhaus alemana. El arte propiamente dicho empezaba, así, a dejar paso a las más modernas técnicas comunicativas, muy influenciadas por el desarrollo de la psicología, tanto de la escuela de la Gestalt como de la freudiana.
Y éste es el cartelismo que se impone en España. Un feraz cartelismo repleto de influencias, sobre todo, del estilo soviético; directo, claro y contundente. La exposición de 'Carteles de la Guerra de la Fundación Pablo Iglesias' es, por tanto, una elocuente muestra de cómo el arte, la política, la guerra y la vida cotidiana pudieron convivir, juntos y revueltos, en una rica manifestación de la creatividad humana que, por fortuna, hoy podemos contemplar con el distanciamiento que supone vivir en un sistema democrático sólido, estable y perdurable.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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8 comentarios:
Digo lo que Foces: la que me gusta es la de Franco caballerete. No lea encuentro en la red.
Salí de la exposición muy mal, con muy mala leche.
Rigoletto
Pero si ya Garzon demostro que Franco esta muerto, ¿por que no lo olvidais?.
El otro día iba con J.A por el centro y vimos el cartel, comentamos que estaría interesante verla y como estábamos por el centro nos pasaríamos, pero al final nos pusimos a comernos un trozo de pizza y se nos fue el santo al cielo... así que está pendiente.
Estas exposiciones suelen ser muy ilustrativas y siempre encuentras imágenes interesantes.
Besillos
Ascensores Garzon, era una buena empresa, no se si siguen funcionando. Garzon, Franco? este Franco es el de las tragaperras?
El olvido que recomienda ZP me esta afectando, no debian poner exposiciones de carteles de la guerra, que me DES-OLVIDO, coño!!!
Muy buen artículo Jesús. Es muy interesante la historia del cartel y la has resumido muy bien. Creo que vale la pena hacerse con el catálogo de la exposición. Buenas letras en este post, sí señor.
Bueno, si la cosa no queda sólo en carteles me parece bien, lo que no me gusta es que se señale con la mano izquierda la memoria historica y con la derecha se salude a los que propiciaron 40 años de infierno... Una cosa es tener talante y otra ser ambidiestro...
Salud y Cariño
Vane
Yo ya la vi y salí con una sensación extraña. Por una parte, me gustaron los carteles y, por otra, me temblaba todo el cuerpo cuando pensaba en lo que rodeó a dichos carteles. Tb me topé con un ancianillo que se hartó de llorar en frente de un cartel.
Merece la pena ir a verla.
Claro
Paton ,Que ganas tengo de caminar esa muestra con un amigo Malageño de 92 años, lastima la distancia.
VIVA LA MEMORIA.
Rodolfo.
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