Fracaso. La estética del perdedor. ¿Han visto al actor Mickey Rourke recogiendo el León de Oro del Festival de Venecia? Pocos rostros como el del protagonista de “Nueve semanas y media” para certificar los estragos del tiempo, los abusos contra el cuerpo y la mente en las vertiginosas espirales descendentes protagonizadas por las drogas y alcohol. Adoro a Rourke. En sus días de gloria, cuando era el Chico de la Moto o el detective Harry Angel. Pero, sobre todo, ahora, cuando presta su vapuleado rostro a personajes como el de ese “El luchador” que ya ansiamos ver.
Me gustan las historias de perdedores. Se aprende infinitamente más de una derrota que de cien victorias. Por eso estoy disfrutando cada página de “El síndrome de Mowgli”, la nueva y premiada novela de Andrés Pérez Domínguez, publicada por Algaida y protagonizada por un perdedor de libro: un ex boxeador con ínfulas literarias, traicionado por su gente más cercana. A través de una cuidada prosa, la historia de Montalbán y la taimada Lola trae ecos del mejor género negro, repleta de mujeres fatales y soñadores irredentos.
Además, en la novela juega un papel trascendental uno de esos programas de radio para noctámbulos en que, en las horas más oscuras de la madrugada, los oyentes rumian sus penas y angustias en antena. Historias casi siempre tétricas, sean más o menos veraces o exageradas. Personas que confían al vacío de la noche sus decepciones, sus miserias, sus fracasos.
Y es que perder es cuestión de método. Como el prodigioso Gaviero de Alvaro Mutis. Como los personajes de las películas de John Huston o las novelas de Ernest Hemingway. Como ese Roberto Iniesta, un Correcaminos que habla con la sabiduría que confiere el fracaso y que, con sus Extremoduro, ha vuelto a escena, publicando un disco con un solo corte de cuarenta y pico minutos, titulado “Dulce introducción al caos”.
No es sencillo, ni mucho menos, ser un buen perdedor. Y no es sólo cuestión de ética, sino de estética. Un buen perdedor ha de ser un tipo duro, solitario, discreto, callado, fuerte, de rostro pétreo, coriáceo, cincelado por los golpes de la vida.
No podrá ser ni un esperpento lacrimógeno, desmadejado y roto, ni un histérico parlanchín. Estos serán, en el mejor de los casos, unos fracasados insoportables, pero nunca heroicos perdedores de ley, dignos protagonistas de historias imperecederas.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
Etiquetas: fracaso, derrota, perdedor, mickey rourke, the wresteler, robe iniesta, extremoduro
22 comentarios:
Bueno, Jesús: muchas gracias por lo que me toca. Me alegro de que te esté gustando el libro. Está recién salido, y las críticas están siendo muy buenas. Un abrazo
Preciosa y sutil diferencia entre fracasado y perdedor. Un diez, Jesús. Rigoletto
Extraordinaria disección, espectacular.
Jorge.
Hoy te he leído en papel, pero me ha gustado igual. En el blog es mejor por las fotos y por la posibilidad de dejar comentarios. Muy bueno.
Extraordinaria entrada, Jesús. Sutil, a pesar del regusto a hiel que puede destilar. Felicidades-
Hay que saber perder... y perder con dignidad... pero no hay que acostumbrarse!!! Estupendo el artículo de hoy.... sigue así... Buen finde, capi
Genial artículo Jesús, aunque como dice Bomarzo, te deje regustillo amargo.. y es que a mi no me gustan los perdedores... y eso que yo soy de las que terminan perdiendo siempre..
Saludos
¿De qué sirve lo que aprendemos en las derrotas si no para aprender a ganar?
Andrés, el libro está terminado. Muy pronto, la reseña.
Nefer, no te pega ese pesimismo. Para nada. Entiendo que no sean buenos tiempos, que estás tomando decisiones importantes, pero ¡venga arriba ese ánimo!
Gonsaulo, yo diría que las derrotas sirven para aprender a levantarse y volver a luchar. Si después llega o no la vistoria, está por ver.
Rigoletto, Jorge, me alegro de que os haya gustado. Jorge, ¿has visto la foto de nuestro querido Barfly?
Viva Bukowski!!!
Bomarzo, Lía, efectivamente, no hay que acostumbrarse. Sobre todo quienes lo tenemos todo a nuestro alcance para vencer dignamente a la vida.
Tercero, son formatos distintos, pero estas charlas no tienen precio!!!
Buen retrato de un buen perdedor. Y como dicen por ahí, genial esa diferencia que has explicado entre fracasado y perdedor. Brillante.
Un saludo
Nosotros somos de ese club de las DERROTAS: nos derrotan siempre en las carreras y además terminados derrotados.
Gregorio, pero el domingo siguiente, ahí estamos, de nuevo, en la línea de salida. ¿A que sí?
No sé, no sé. El dichoso gemelo me tiene frito. He parado dos días y voy ahora mismo a salir a Joaquina Eguaras a ver qué me dice. El fin de semana que viene parece que vamos a hacer vino en Lacalahorra. Así que, si el gemelo no me deja, quizás me acerque a veros. Lo que me gustaría sería correrla pero...
Gregorio, ojalá que sí, que seas de la partida. Pero si no la corremos, al menos después nos la bebemos !!!!
Me gusta tu artículo me ha hecho pensar, es bueno.
Es fácil hablar de los perdedores cuando lo ves desde una posición que no te toca Jesus. Yo soy una perdedora , siempre me toca perder.
Expresar con palabras escritas es fácil, lo complicado es decirlas... El Pinar...
Lia lo complicado es guardar las apariecias...
Guardar las apariencias? porque?
Pinar, o quizá al contrario ¿no crees? Quizá lo más difícil sea ponerse en otra piel. Mi vida no es de fracasos (aunque los he tenido, y bien gordos) pero tampoco de éxitos deslumbrantes. Es una vida relativamente apacible. Tranquila. Sosegada.
Ánimo.
Jesús, me parece una reflexión espectacular. Me ha encantado y además me siento muy identificado con lo que cuentas de los perdedores. Siempre han despertado simpatía en mí, incluso admiración.
La verdad es que Mickey Rourke es la mismísima imagen del perdedor por excelencia.
Javi, me alegro de que te haya gustado esta columna. Nuestras derrotas, por fortuna, son derrotas parciales. Menos mal, ¿verdad?
Además, ¿y quiénes ni siquiera tienen la oportunidad de entrar en liza?
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