Hace unas semanas, cuando recibí la novela, firmada y dedicada por la autora, escribí una especie de reseña introductoria en que mostraba mis temores a que no me gustara la primera obra de una amiga muy especial. Temores que, por fortuna, se desvanecieron desde las primeras páginas de un libro intenso, ingenioso, cargado de literatura de alto voltaje, imaginación, desparpajo y una buena dosis de mala leche.

Desde que Clara Deza atraviesa las puertas de la comisaría, maldiciendo al poli barrigudo que hace guardia y que la saluda llamándola niña, mona y otras lindezas por el estilo; ya sabemos que la tal nena es una mujer de armas tomar y sarcasmos escupir. Porque la lengua de Clara puede ser más mortífera que el Colt 45 del mismísimo Harry el Sucio.
El arranque de la novela, larga y voluminosa, pero en absoluto pesada o cansina; parte de la muerte del Culebra, un confidente de Clara que ha aparecido con una jeringuilla colgando de un brazo inerte. Lo curioso es que el chute mortal se lo metió justo después de dejar un mensaje a Clara en su contestador, en el que le decía que tenía algo que contarle. ¿Casualidad?
Pero es que, además, también ha aparecido asesinada una puta de lujo, en su piso de Madrid. Y todo ello, en mitad de una operación de vigilancia de uno de los capos de la droga más importantes del país.
Mercedes teje, por tanto, una espesa tela de araña en la que Clara Deza queda atrapada, con la peculiaridad de que no puede bracear y destrozarla, sino que tiene que moverse sigilosamente entre sus sedosos hilos, esquivando tanto a los depredadores como a otros insectos supuestamente atrapados en la misma trampa.
La doble dimensión de “Y punto”, policíaca y sociológica, está perfectamente imbricada, complementándose y retroalimentándose. Ser mujer, ser joven, ser moderna y ser policía, no es fácil. La vida privada se da la mano, obligatoriamente, con la profesional. Y la vida privada de una policía no es fácil. Que se lo digan, si no, a su pareja, un abogado JASP con, también, una buena carga vital –y de retranca- a sus espaldas.
Y los secundarios, desde ese Culebra al que vamos descubriendo hacia atrás, al atractivo Vito. Porque el mal es muy seductor. Punto y aparte merecen el resto de policías que conviven con Clara en la comisaría, con Santi y Carlos a la cabeza y la inefable Reme, de la que no diremos ni una palabra para que el lector la pueda descubrir en su integridad.

Estamos, pues, ante una novela extraordinaria que consagra a Mercedes Castro como una autora de raza, con una voz propia para contar las muchas e interesantes cosas que tiene que decir.
Querida amiga, a partir de ahora, te seguiremos con atención y detenimiento. Es una promesa. Y una amenaza. ¡Y no tardes nueve años en escribir tu próxima novela!
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
11 comentarios:
Mi novia está encantada con este libro, esta en ello, creo que puede terminárselo esta semana...
¡tienes buen ojo!
Paton en La Balacera salio la primera critica de Retrato... del Argemi, parece que mantiene el nivel. Rodolfo
Jesús tengo ganas de leer un libro como el de Mercedes Castro...me lo apunto. Ahora voy a empezar No es país para viejos...lo he comprado en una edición de bolsillo, aunque reconozco que esos formatos no me gustan nada. Un saludo
Twister, me alegro mucho de que le esté gustando. Está teniendo mucho éxito!!!!
A ver si alguien más la va leyendo...
Desde luego que la frase de cabecera del blog es bastante "esCLARE DEZOra".
Alfa79 (también irónico).
Hablaremos de ese libro...
Alfa, buen juego de palabras!!!
Jose, cuando quieras, que además tenemos hilo directo con la autora.
Dado el encabezamiento de la reseña, que se trata de un alter ego actualizado de Méndez, es imprescindible e inevitable leerla.
Jorge
Jorge, tenemos que hablar de Innisfree. Lo malo es que este viernes, tras el curso tengo una conferencia, me temo. ¡Cojones!
Espero no tardar demasiado en hacer mi propia reseña, pero en este caso Jesús, no podemos estar más en desacuerdo, Icaras.
Venga Icaras, anímate a meterle caña a "Y punto", que los distintos pareceres son los que iluminan las obras y los libros.
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