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TRENZAS


Dedicado a Silvia, Pilar, Chusi, Pamela y Mariluz, extraordinarios compañeros de viaje.
Y a Ibrahim, Yaya, Mohammed y Mulay, los mejores guías.
Y al enigmático Prosper, claro.
Sacai quería hacerse las trenzas, pero le daba un poquito de miedo el pensar cómo quedarían. Se lo comentó a Ibrahim, nuestro hombre en Bamako, un guía para el que la palabra “No” no figura en los diccionarios; y después de comer en un restaurante senegalés de cuarta categoría, en un arrabal de la capital del Malí, nos plantamos en la peluquería, donde dos jovencitas daban buena cuenta de unos bocatas estilo shawarma.

Tras una buena discusión sobre el precio final del peinado más el pelo postizo a añadir, Sacai se quedó sentada en el sillón de la peluquería mientras Silvia, Mari Luz y un servidor se iban con Ibrahim y Mohammed al mercado, a buscar máscaras y demás elementos artesanales decorativos que, cuando llegas a casa, te cuestan un disgusto a la hora de elegir dónde ponerlos.


Pero ésa es otra historia. El caso es que dejamos a Sacai, cerca de las cuatro, en la pelu. Y quedamos en recogerla a eso de las ocho, que trenzar toda una cabeza no es moco de pavo.

Regresamos al local ya entrada la noche, pero nos habíamos adelantado un poco a la hora convenida. Mi Sacai tenía buena parte de la cabeza bien anudada. Tres mujeres se afanaban sobre su pelo, cogiendo pequeños mechones, añadiendo el postizo y retorciendo el resultado en larguísimos tirabuzones que terminaban descansando, elegantemente, sobre los hombros.

Y nos quedamos. La peluquería, que mediría diez o quince metros cuadrados, albergaba a cuatro chicas y un bebé. En cuanto Ibrahim se hizo cargo del infante y empezó a hacerle monerías, la cuarta chica se abalanzó sobre Sacai y se unió a la fiesta de la trenza. El caso era que las chicas, cuando veían a alguna amiga o conocida por la calle, le gritaban. Entraba y anudaba dos, tres o las trencitas que pudiera, antes de de seguir con sus quehaceres.



Sacai nos dijo cómo se habían pasado la tarde cascando, bailando, riendo, viendo telenovelas y escuchando música. Pero trabajando. Sin parar. Entonces apareció una voluminosa señora. Una señora que, ella sola, abarcaba un cuarto de la peluquería con su gran humanidad. Arrebató al mocoso de los brazos de Ibrahim y se puso a mecerlo con convencimiento. Era (debía ser) la abuela de la criatura.

Entonces, la chica más alta dejó el trabajo y se fue al fondo de la sala. Se puso un manto negro sobre su traje marrón y un pañuelo en la cabeza, estiró una manta y se puso a rezar, levantándose y tendiéndose discretamente, pero a la vista de todos y mientras la tele atronaba con los videoclips.



Llegó la hora de la merienda del churumbel, que todavía tomaba el pecho. Sin problema. Un rincón del sofá de eskai era suficiente. Entraron dos mujeres, saludaron, se rieron y se fueron. Seguían las voces y el cachondeo. Y el trabajo. Y volvió a ser hora de rezar para la chica alta. Y, para calentar agua, una de las peluqueras se salió a la calle y encendió un hornillo.

Al haber entrado hombres en la pelu, las mujeres ya se habían quedado más serias, más compuestas, más en su papel. Como dice mi amigo peluquero del Zaidín, es difícil que triunfen las peluquerías unisex. A ellas les gusta la intimidad de la compañía femenina, pudiendo hablar de sus cosas, libremente, sin que la presencia de clientes hombres haga que se corten, sin tener necesidad de mantener una compostura formal y gestual que el ejercicio de la peluquería no contribuye a fomentar, precisamente.



Así, no es de extrañar que el Bagdad de los peores momentos de la Guerra de Irak, las peluquerías fueran objetivo primordial de los integristas. Las peluquerías son reductos de libertad para unas personas que gustan de hablar, reír, comentar y discutir en unos locales que fomentan la relación social y comunitaria de las personas.



Para Sacai, trenzas aparte, la velada en la peluquería de Bamako fue una muestra del natural amable, cariñoso y gentil de unos malienses que son, sin duda, los mejores embajadores y relaciones públicas de un país que, como tantas veces hemos dicho, tiene una magia especial.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

14 comentarios:

José Antonio Flores Vera dijo...

Se me ha hecho muy corto el relato. Excelente ¡ sigue contándonos cosas de Malí, no seas cruel ¡

Jesús Lens dijo...

Tengo otro reportaje preparado. Es que es un país... ¡qué país! A ver si le gusta al Compae este artículo, que en Armilla me encantó la pasión que ponía hablando sobre el tema de África.

Pero mañana será un día con Gasolina...

Twister dijo...

Tierno relato Patón...

Estoy con Jose Antonio, sigue contando, no seas malaje

Anónimo dijo...

Por cierto, he visto el Ultimo tren a Auschwitz, cuando tenga ganas subo al blog la critica, que ando desganaisimo....

Anónimo dijo...

Estoy con todos vosotros, bonito relato de "un día cualquiera" y en un país, donde todavía existen las "relaciones humanas".
Afortunadamente.

Es... corto, entretenido y admirable. Buenas fotos.

Saludos. Alfa79

Anónimo dijo...

Me ha gustado el relato Patón, dan ganas de ir a Mali a hacerse trenzas en el pelo.
Un saludo a todos.

Por cierto, el otro día vi "No es país..."... la película es bastante desagradable y el final me dejó un poco fría, pero Bardem está increíble, su presencia en cada escena resulta inquietante y hasta me dio miedo, sin necesidad de la típica musikilla de suspense que hace que te agarres al asiento a la espera del momento "repullo"; desde luego la película es Bardem. Se merece el oscar por to los laos.

Unknown dijo...

Que guapa está Sacai, con sus trenzas y su traje.¡Precioso!
Voy a tener que volver a por el mío.
El sábado Silgu y yo nos quedamos hasta las 4 de la mañana y más, intercambiando fotos y recuerdos. Con su traje puesto, le está genial a su color de piel.
Os quiero.

Jesús Lens dijo...

Contaremos más cosas del Malí. Seguro.

Sobre la brevedad... es que últimamente me estoy alargando mucho en mis escritos y la brevedad es una virtud.

Twister, sacúdete el desánimo que tu Blog es IMPRESCINDIBLE.


Chusi, hay que volver. De verdad. La segunda visita es casi mejor que la primera.

¿A que le quedó bonito el pelo? Pero ya se las ha quitado, esas trencillas.

Nefer, a hacerse trencitas o a ver una vida pasar, distinta, fluida... hay que viajar al Malí, un país que te transtorna, te transforma, te encanta.

Anónimo dijo...

Gracias Patón, espero sacar las ganas, pero llevo un par de días que me noto algo ploff, es que yo los inviernos los llevo fatal, soy un ser de sol.........

Anónimo dijo...

Ánimo Twister,que ya queda poco pa´l verano. En Andalucía,lo bueno del invierno, es que tienes el sol asegurado casi todos los días; y sobre todo ahora con la sequía.

Patón, esperamos más de Malí y de África.

Abrazos a todos/as.

Alfa79

Anónimo dijo...

Hermoso relato, Patón. Da gusto leerte, viajo con vosotros. Guillermo

Jesús Lens dijo...

Mil gracias, Guillermo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Pues genial el relato, muy entretenido y saludable. Me trajo recuerdos de hace unos cuantos años; yo también estuve en una peluquería parecida, aunque no de África, en centroamérica haciéndome esas trenzas. Gracias por compartir estas experiencias tan gratificantes y además relatarlas de un modo tan afable. África es mi asignatura pendiente, algún día sí, algún día.
Saludos, desde el Sur. Te sigo leyendo.
Mj

Anónimo dijo...

Fue un día muy especial,era el último y los cuatro que quedabamos estabamos tristes por la marcha,creo que todos deseabamos lo mismo,que chus y pilar volvieran y quedarnos más tiempo,no sé exactamente cuanto,pero más...

Aún así fue increíble,lo pasamos genial,reimos,disfrutamos el ambiente y nos pegamos una cena estupenda(silvia y yo con nuestro atuendo maliense,el cual nos hicieron,por cierto,en dos horas en un mercado).

Es un país estupendo,maravilloso,increíble,que merece la pena visitar.

Os animo a todos a ir,no os arrepentireis.

Chicas,sois geniales,a ver para cuando esa quedada,jiji.
Besazos.

SACAI.